Colapso

El colapso llega cuando no podemos asumir que nuestra mente va para un lado y nuestro cuerpo para otro, que nuestras emociones se orientan en una dirección incluso contraria a todo lo anterior. Y pensamos que dejando pasar los días, durmiendo y volviendo a despertar, las cosas por si solas se van a acomodar, y resulta que al despertarnos aquellas cosas que no podemos cambiar siguen ahí, las cosas que hicimos siguen ahí, las que están por hacerse siguen ahí, esperando que las hagamos. Y cuando todo eso se junta resulta una bomba de tiempo que te explota en la cara.

La certeza de que no hay escapatoria que solo nosotros podemos hacernos cargo es agobiante, tanto que a veces quisiéramos salir corriendo, la soledad, la desolación, la angustia, la culpa, la sinrazón que envuelve tantas cosas y el hecho de que siempre hay personas a mano que saben decirte lo bien que se hacen las cosas y lo mal que las estás haciendo. ¿No vieron que siempre hay alguien que aparece para decirnos con claridad lo que tenemos que hacer, como si nosotros no lo supiéramos? Pero resulta que lo sabemos, solo que nos resulta un poquito más complicado que al resto de los mortales llevarlas a cabo.

Paciencia, relax, dejar de intentar controlar al mundo, que el mundo es como es, seguir viviendo como si no hubiera un mañana, ser consecuentes con lo que sabemos es lo más conveniente, pero no dejar de ser fieles a nosotros mismos, dejar la culpa de lado y hacernos responsables. No existen las soluciones mágicas, existe el trabajo duro y la experiencia cotidiana de que no hay un único camino por recorrer, que se hace camino al andar, la esperanza, el amor, la solidaridad, el compañerismo, nunca estamos solos si miramos en los ojos de otro y nos reconocemos…

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